Monarquia Wiki
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Armas del soberano de Aragón

Reyes de Aragón
Condes y Reyes de Aragón

Dinastía Galíndez
Aureolo de Aragón
Aznar I Galíndez
García I Galíndez «el Malo»
Galindo Garcés
Galindo I Aznárez
Aznar II Galíndez
Galindo II Aznárez
Andregoto Galíndez
Dinastía Jiménez
García Sánchez I de Pamplona
10° Sancho Garcés II de Pamplona
11° García Sánchez II de Pamplona
12° Sancho Garcés III de Pamplona
Dinastía Aragón
13° Ramiro I de Aragón
14° Sancho I Ramírez de Aragón
15° Pedro I de Aragón
16° Alfonso I de Aragón «el Batallador»
17° Ramiro II de Aragón
18° Petronila de Aragón
19° Alfonso II de Aragón
20° Pedro II de Aragón
21° Jaime I de Aragón
22° Pedro III de Aragón
23° Alfonso III de Aragón
24° Jaime II de Aragón
25° Alfonso IV de Aragón
26° Pedro IV de Aragón
27° Juan I de Aragón
28° Martín I de Aragón
Dinastía Trastámara
29° Fernando I de Aragón
30° Alfonso V de Aragón
31° Juan II de Aragón
32° Fernando II de Aragón


Condado y Reino de Aragón, denominaciones sucesivas que recibieron los territorios surgidos originariamente en la zona central del noreste de la península Ibérica, cuyo nacimiento como condado estuvo relacionado con el interés manifestado por la dinastía franca Carolingia en proteger su frontera meridional de los posibles ataques de los musulmanes, firmemente establecidos en el valle medio del Ebro, y cuya existencia cubre el periodo comprendido desde aproximadamente los comienzos del siglo IX hasta 1137.

Condado de Aragón[]

Las noticias sobre los orígenes de dicho condado son muy oscuras. Se sabe, no obstante, que a comienzos del siglo IX un nativo, de nombre Aureolo u Oriol, gobernaba aquella zona, bajo el protectorado de los reyes francos. Se trataba de una franja montañosa, en el Pirineo central, que comprendía los valles de Ansó, Hecho y Canfranc. Posteriormente, se hizo con el control del condado Aznar Galíndez I, cabeza de una familia que se mantuvo al frente de dicho título hasta mediados del siglo IX. En esa época, el condado de Aragón se extendió por la cuenca alta del río Gállego. Al tiempo que se desprendía de la tutela Carolingia, el condado de Aragón se aproximó al núcleo navarro, que se había constituido más al oeste. Esa orientación se consumó cuando Andregoto Galíndez, hija de Galindo II Aznárez y heredera del condado de Aragón, contrajo matrimonio, a mediados del siglo X, con el rey de Pamplona (o de Navarra) García II Sánchez I. El hijo de ambos, Sancho Garcés II, fue desde el 970 rey de Pamplona y conde de Aragón. La vinculación de ambos núcleos se mantuvo hasta el año 1035, es decir, hasta la muerte de Sancho III el Mayor. En el transcurso del siglo X y los primeros años del XI fueron llegando a las tierras aragonesas mozárabes procedentes de al-Andalus, que se sumaban a la población nativa. Desde el punto de vista económico, predominaban la actividad pastoril y una agricultura típica de montaña. La sociedad conservaba ciertos rasgos de carácter gentilicio, pero progresivamente se iban imponiendo unas cuantas familias nobiliarias. El principal foco de cultura en esos siglos fue el monasterio de San Pedro de Siresa.

Reino de Aragón[]

Ramiro I, un hijo bastardo de Sancho III el Mayor, recibió el condado de Aragón. Se le ha considerado el primer rey de dicho territorio, pues, aunque estaba supeditado a su hermano García IV Sánchez III, rey de Pamplona, luchó lo indecible para consolidar la independencia de Aragón. Es posible, no obstante, que no utilizara expresamente el título regio. Por otra parte, la temprana muerte de su hermanastro Gonzalo, que había recibido los señoríos de Sobrarbe y Ribagorza, le permitió asimismo incorporar esos dominios en 1044. El reino de Aragón de mediados del siglo XI limitaba al oeste con el reino de Pamplona (denominación primigenia del reino de Navarra), al este con el condado de Urgel (Urgell) y al sur con el reino taifa musulmán de Zaragoza. El hijo y sucesor de Ramiro I, Sancho I Ramírez, aprovechó la vacante que se produjo en el trono navarro en el año 1076 para ser reconocido como rey de aquel territorio. De esa manera, Aragón y Navarra volvieron a unirse, aunque en esta ocasión las dos entidades políticas ostentaban el mismo título, pues ambos eran reinos. Sancho I Ramírez hizo de la ciudad de Jaca el centro político de su reino, a la vez que uno de los hitos de la ruta de los peregrinos que se encaminaban desde Francia, a través de los Pirineos, a Santiago de Compostela (el conocido como Camino de Santiago). Sancho I Ramírez, por otra parte, impulsó la Reconquista aragonesa, llevando a cabo una espectacular campaña, organizada con aire de cruzada, sobre Barbastro (1064), aunque al poco tiempo se perdió dicha plaza. Años más tarde conquistó Graus (1083) y Monzón (1089), aunque murió en el asedio de Huesca (1094). Pero fue su hijo y sucesor Pedro I el que alcanzó los principales éxitos militares, al conquistar Huesca (1096), tras vencer a los musulmanes en la batalla de Alcoraz, y Barbastro (1100), esta vez con carácter definitivo. En apenas unas décadas, Aragón había conseguido duplicar su extensión territorial, al ganar la denominada Tierra Nueva, ubicada en el Prepirineo. Allí permaneció una parte de su antigua población musulmana, pero también llegaron repobladores, básicamente procedentes de las zonas montañosas del norte.

El reino de Aragón había mostrado en el transcurso de los siglos XI y XII un gran dinamismo, como se plasmó en el impresionante avance repoblador llevado a cabo. Al primitivo núcleo montañoso se le fueron incorporando progresivamente la Tierra Nueva del Prepirineo, el Regnum Caesaraugustanum de los musulmanes y, por último, el territorio turolense. La incorporación de nuevas tierras, algunas de ellas de gran feracidad, hizo posible un importante avance de la agricultura, renglón preferente de la economía del reino de Aragón en la edad media. También hubo un desarrollo importante de la ganadería, que practicaba la trashumancia entre la zona turolense del sistema Ibérico y los Pirineos. En cambio, las actividades artesanales y el comercio tuvieron escaso aliento. Paralelamente, se fue articulando la sociedad aragonesa. El grupo dominante lo integraba la nobleza, ligada a la monarquía a través de la concesión de honores y tenencias. También existía un importante componente urbano, sobre todo en la zona del valle medio del Ebro. No obstante, apenas se desarrolló en Aragón una pujante burguesía. Eso explica el papel preponderante que desempeñó en todo momento la nobleza, en particular su segmento más encumbrado, los barones, que se convirtieron sin más en los portavoces de las reivindicaciones generales de todo el reino. Esa tendencia quedaría claramente de manifiesto a finales del siglo XIII, cuando arrancaron del rey Pedro III, en 1283, el Privilegio General.

Organización Política[]

El reino de Aragón, después de la fusión con Cataluña, mantuvo su personalidad propia, patente en el ámbito institucional. Las Cortes, cuya primera reunión tuvo lugar el año 1264, tenían como hecho singular el estar integradas por cuatro brazos (‘clases’). Pero quizá la institución más singular de Aragón era la del justicia mayor. Su génesis se sitúa en el siglo XII, aunque fue en el XIII cuando adquirió sus auténticos perfiles. Era un cargo de nombramiento regio, que recaía en una persona de condición nobiliaria, siendo su misión actuar como juez en los litigios entre los nobles del reino o entre los nobles y el rey. Por lo demás, el primero de los títulos que ostentaban los dirigentes de la Corona era el de reyes de Aragón. Mas en la práctica el reino de Aragón, debido ante todo a su continentalidad, fue quedando relegado a un segundo plano, a medida que primaba en la política de la Corona de Aragón la orientación hacia el Mediterráneo.

Alfonso I[]

No obstante, el gran salto hacia adelante en la historia del reino de Aragón lo dio, en el primer tercio del siglo XII, Alfonso I el Batallador, monarca destacado por su bravura militar y su acendrado espíritu religioso. Su propósito era conquistar el valle del Ebro para llegar a la costa mediterránea y desde allí preparar una cruzada a Tierra Santa. Apenas llegado al trono inició la ofensiva militar contra los musulmanes, conquistando las plazas de Ejea de los Caballeros (1105) y de Litera (1107). Pero su matrimonio, por lo demás sumamente desdichado, con Urraca, la reina de Castilla y León, le alejó por algún tiempo de los problemas aragoneses. En 1117, reanudó las campañas contra los islamitas, conquistando la localidad de Belchite. El objetivo siguiente, la ciudad de Zaragoza, exigió una cuidadosa preparación. El rey aragonés entró triunfalmente en Zaragoza, capital de la antigua Marca Superior de al-Andalus y centro posterior de un reino taifa, a finales del año 1118. Las restantes villas del reino taifa de Zaragoza cayeron rápidamente en poder cristiano. En 1119, Alfonso I el Batallador ocupó Tudela, Tarazona, Rueda y Borja. En 1120, obtuvo una resonante victoria sobre los almorávides en Cutanda, logrando poco después la incorporación de Soria, que más tarde pasaría a Castilla, y de Calatayud. En 1121, Daroca cayó asimismo en su poder. El valle medio del Ebro, así como los valles del Jalón y del Jiloca, se habían convertido, en apenas unos años, en parte integrante del reino de Aragón. En los años 1125 y 1126 aún llevó a cabo Alfonso I una expedición a tierras de al-Andalus, recorriendo la vega de Granada y llegando hasta Motril. De esa expedición regresó con varios miles de mozárabes, dispuestos a asentarse en las zonas de la reciente repoblación aragonesa. Asimismo, inició la penetración en la zona turolense del sistema Ibérico, avanzando hasta la localidad de Torrelacárcel. En cambio, la ocupación del valle del bajo Ebro fue la espina del Batallador. Aunque unos años más tarde pudo conquistar la plaza de Mequinenza, en 1134 fue derrotado y muerto ante los muros de Fraga.

El territorio incorporado al reino de Aragón, de gran amplitud, fue objeto de inmediata repoblación. Permanecieron en él buena parte de sus antiguos ocupantes musulmanes, aunque en el caso de la ciudad de Zaragoza se les expulsó del casco urbano, obligándoles a residir en un arrabal. Los repobladores eran de diverso origen: nativos de las comarcas pirenaicas y francos, aparte de los ya citados mozárabes. En el medio rural, apenas se produjeron cambios, salvo que los castillos y la jurisdicción fueron otorgados a personajes de la nobleza, en tanto que, como cultivadores de la tierra, permanecían básicamente los mudéjares, a los que se conocerá en adelante por el nombre de ‘exaricos’. En la zona sur del reino, la que marcaba la línea que unía a las villas de Calatayud, Daroca y Belchite, la repoblación recordaba a la puesta en marcha en las Extremaduras de Castilla y León, pues el papel protagonista lo ostentaban los caballeros, que organizaban expediciones sobre el territorio enemigo. En el orden religioso, por otra parte, se restauraron las diócesis de Zaragoza y Tarazona.

Reino de Aragón[]

Al morir Alfonso I el Batallador, se planteó una difícil situación en Aragón. En su testamento, ante la falta de herederos, había establecido que el reino debía ser entregado a las órdenes militares internacionales del Hospital (Caballeros de San Juan de Jerusalén), el Temple y el Sepulcro. Por de pronto, Navarra se desvinculó de Aragón, aprovechando la ocasión para proclamar rey a García V Ramírez el Restaurador. Por su parte, el rey de Castilla y León Alfonso VII el Emperador ocupó Zaragoza, exigiendo a los aragoneses la prestación de vasallaje. Pero mientras el papa Inocencio II presionaba para que se cumpliera el testamento de Alfonso I el Batallador, los nobles aragoneses aceptaron como rey a un hermano del monarca fallecido, Ramiro, que en aquellos momentos profesaba como monje en un monasterio. Ramiro II aceptó la propuesta, casándose con Inés de Poitiers, de la que tuvo una niña, Petronila. En un principio se pensó casarla con un hijo del rey castellano-leonés Alfonso VII el Emperador, pero finalmente se decidió, como más conveniente para los intereses de Aragón, la boda de Petronila con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, lo que sucedió en el año 1137. Ramón Berenguer IV pasó a ser conde de Barcelona y príncipe de Aragón, en tanto que Ramiro II se retiró de la escena política. Se iniciaba de esa forma una unión que iba a ser duradera, la de Aragón y Cataluña, punto de partida de la Corona de Aragón. En otro orden de cosas, se puso fin a la hegemonía que hasta entonces había ostentado en la península Ibérica el núcleo castellano-leonés, estableciéndose en cambio un equilibrio entre aquel núcleo y el catalano-aragonés. Una buena prueba de la nueva situación existente la ofrece la firma, en 1151, del Tratado de Tudillén, en el que las coronas de Castilla y de Aragón, al tiempo que proyectaban el reparto entre ambas del reino de Navarra, se adjudicaban los territorios de su futura conquista en al-Andalus.

El hijo de Ramón Berenguer IV y Petronila, Alfonso II, se convirtió en el primer rey tanto de Aragón como de Cataluña. Este monarca completó la ocupación de la zona turolense del sistema Ibérico. En un principio ocupó Caspe y Alcañiz, llegando, a través de los valles del Alfambra y del Guadalaviar, hasta la sierra de Albarracín, donde se constituyó el señorío de los Azagra. Pero el principal éxito de Alfonso II fue la conquista de la plaza de Teruel (1171). Con ello concluyó la reconquista del territorio histórico de Aragón. No obstante, quedaba pendiente la delimitación estricta de las fronteras entre Aragón y Cataluña, particularmente en lo que respecta a las tierras situadas entre los ríos Cinca y Segre, y, en concreto, a la ciudad de Lérida, incorporada finalmente a Cataluña a comienzos del siglo XIII.

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